Caminaba y mis hombros chocaban con los de otros transeúntes que pasaban en dirección contraria. Veía caras aparecer y desaparecer. Sin conocer a nadie. Hasta que apareció él.
En el sueño no tenía setenta y dos años -la edad con la que murió-. Rondaría los cincuenta. Vestía aquel chaquetón beis que llevó durante años. Ese con el cuello de pana marrón. Iba repeinado con raya a un lado. Olía a colonia Legrain.
-¿Qué tal estás, Ricardo? -yo no sabía qué responder. La alegría de verle de nuevo me había dejado sin palabras, y permanecí callado-. ¿Te ocurre algo, tienes algún problema...? -insistió él-. Ya sabes que a mí puedes contármelo..." -un amago de preocupación se dibujo en su cara.
-No, estoy bien, no tengo ningún problema, de verdad" -respondía yo, tratando de evitar que se humedecieran mis ojos.
-Bueno, eso me deja tranquilo -replicaba él, y sonreía-. Ahora debo irme -decía de pronto-. Todavía recuerdo un ultimo primer plano nítido de su rostro de hombre maduro, sonriente. Pero cuando me giraba para buscarlo, su cara se había perdido en el gentío.
De pronto me invadía la congoja: ¿por qué se había marchado tan pronto?, ¿por qué la conversación no habría durado más? Podríamos haber tomado unos vinos en el casco antiguo...
-No, estoy bien, no tengo ningún problema, de verdad" -respondía yo, tratando de evitar que se humedecieran mis ojos.
-Bueno, eso me deja tranquilo -replicaba él, y sonreía-. Ahora debo irme -decía de pronto-. Todavía recuerdo un ultimo primer plano nítido de su rostro de hombre maduro, sonriente. Pero cuando me giraba para buscarlo, su cara se había perdido en el gentío.
De pronto me invadía la congoja: ¿por qué se había marchado tan pronto?, ¿por qué la conversación no habría durado más? Podríamos haber tomado unos vinos en el casco antiguo...
No tuve tiempo de ir en su busca, porque desperté al instante. Los rayos del sol se filtraban a través de la persiana. Faltaban pocos minutos para que sonara el despertador. En mi imaginación todavía veía nítida su cara de cincuenta años, su chaquetón beis con el cuello de pana marrón, el pelo repeinado con colonia Legrain, la sonrisa.
Comprendí al instante que él había vuelto. Y lo había hecho para preguntarme lo que me preguntaba de niño, de adolescente, de joven: había vuelto para asegurarse de que todo seguía bien.
Comprendí al instante que él había vuelto. Y lo había hecho para preguntarme lo que me preguntaba de niño, de adolescente, de joven: había vuelto para asegurarse de que todo seguía bien.
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